¡Hola Soñadores!
Un lunes con sabor a tengo que dar una defensa oral de cultura contemporánea. Estas cosas siempre me dan ansiedad, en especial porque terminamos el escrito hasta tarde de ayer ._. lo que es un fastidio si, como a mi, te cuesta aprender los conceptos T.T
Pero en fin, hoy otra escena para el desafío Escenas de libros, que me faltan uno cuantos para terminar, ¿llegaré antes de terminar el año? Eso espero :o
Pero en fin, hoy otra escena para el desafío Escenas de libros, que me faltan uno cuantos para terminar, ¿llegaré antes de terminar el año? Eso espero :o
Libro: Reasons I Fell for the Funny Fat Friend
Autora: Becca Ann
Escena: Una escena de alguien jugando algo
Escena: Una escena de alguien jugando algo
—Tres de Corazones. —Hayles agarra mi muñeca, sacudiéndola para poder echar un vistazo a la tarjeta metida en mi mano—. Pedo. Pensé que la tenía.
Me río entre dientes y pongo el siete de espadas de nuevo en el montón. —Bueno, inténtalo de nuevo. —Tomando otra carta del medio, le doy un guiño antes de que ella cierre los ojos y comience a tararear.
Hemos estado así durante una hora. Ella me pilló conduciendo por su calle y mencionó que su mamá no estaba en casa, así que dijo “¡entra!”. Raro. No lo esperaba, pero bueno, me aproveché de la rara oportunidad.
Llegó a adivinar correctamente veinticuatro cartas, cinco de las cuales fueron en una ronda, diciéndome que tiene poderes telepáticos. Le dije que mentía como la mierda porque si así fuera, no necesitaría que escribiera una maldita lista. Ella golpeó mi brazo, y adivinó las siguientes tres cartas de cinco.
¿Y quién soy yo para decirle que está loca cuando ella mantiene esa suerte?
—Jota de diamantes.
Echo un vistazo a la carta en mi mano. —Ooh, cerca.
—¡Corazones! ¡Quiero decir, corazones! ¡Jota de corazones!
Adivinó, maldita sea. Meto la carta de vuelta en el montón y digo—: No, lo siento.
[...]
Agarro la baraja de cartas y salto a su lado de la habitación. Ella deja escapar un gritito cuando pongo mi mano sobre sus ojos. No estoy siendo duro o algo. Ella podría fácilmente salirse de debajo de mí, pero no lo hace. Sigue riendo y preguntando—: Por el amor de las comadrejas, ¿qué estás haciendo?
—Está bien, listilla —le digo agarrando una carta y acercándola a mi barbilla aunque mi mano esté aún en su cara—. ¿Qué carta estoy sosteniendo?
Su risa disminuye. Ella sigue sonriendo, y yo también. Siempre lo hago cerca suyo.
—Em, ¿seis de bastos?
—No puede ser.
Dejo caer mi mano de sus ojos y le doy la vuelta a la carta. Quizá la chica tenga poderes telepáticos.
—¡Ja! —Agarra el seis de bastos de mis dedos y mueve su cabeza—. ¿Cuáles son las malditas estadísticas? —Sonríe y juguetonamente empuja mi pecho—. Creo que alguien me debe una disculpa.
¡Hola!
ResponderEliminarNo conocía el libro, que bueno que te ha ayudado para el desafío.
Saludos infinitos.